Maravillosa poesía

07.02.2017

Lléname de versos:

Hay testimonios de lenguaje escrito en forma de poesía en jeroglíficos egipcios de 25 siglos antes de Cristo. 

Por estos y otros textos antiguos se supone justificadamente que se componían poesías que eran trasmitidas oralmente y no sólo tenía la finalidad de agradar al oÍdo, sino que permitía recordar los textos con mayor facilidad.

La poesía puede expresar la parte más emocional y profunda del ser humano, nos permite profundizar  en nuestras mareas emocionales, de intimar con nosotros mismos, establecer relaciones con el exterior, mirarnos dentro y dar forma a pensamientos y emociones enredados.

Escribir o leer poesía  nos enseñará puertas, antes desapercibidas, que nos llevarán hacia una mayor plenitud personal y una conciencia más amplia.

La poesía permite  sumergirte en un mundo en el que, a través del juego de palabras, se desarrollarán así la imaginación y sensibilidad por la expresión oral y corporal.

Permite ejercitar la memoria. Las rimas facilitan la memorización del texto, promueven el desarrollo de la expresión oral, corporal y la dicción.

Ayuda a comprender situaciones emocionales complejas, invitando  a vernos a nosotros mismos y al mundo que nos rodea de nuevas maneras

El hecho de realizar talleres o promover espacios donde se facilite éste arte es esencial en Terapia Ocupacional o en Educación como herramienta para mejorar la comunicación y entender las emociones.

Entre todos los beneficios de la poesía destacamos los siguientes:

- La poesía nos enseña a simplificar la complejidad

- La poesía puede ayudar a desarrollar un sentido más agudo de la empatía: Se trata en definitiva de explorar sentimientos propios pero también ajenos.

- Leer y escribir poesía expande la creatividad

- La poesía puede enseñarnos a infundir belleza y significado a la vida: Estimula el sentido del asombro y del propósito al incursionar en dimensiones profundas de la existencia humana, en la estética de las relaciones y en el autoconocimiento. 

El alma

El día ha amanecido.
Anoche te he tenido en mis brazos.
Qué misterioso es el color de la carne.
Anoche, más suave que nunca:
Carne casi soñada.
Lo mismo que si el alma al fin fuera tangible.
Alma mía, tus bordes,
tu casi luz, tu tibieza conforme. 
Repasaba tu pecho, tu garganta,
tu cintura: lo terso,
lo misterioso, lo maravillosamente expresado.
Tocaba despacio, despacísimo, lento,
el inoíble rumor del alma pura, del alma manifestada.
Esa noche, abarcable; cada día, cada minuto, abarcable.
El alma con su olor a azucena.
Oh, no: con su sima,
con su irrupción misteriosa de bulto vivo.
El alma por donde navegar no es preciso
porque a mi lado extendida, arribada, se muestra
como una inmensa flor; oh, no: como un cuerpo 
maravillosamente investido.
Ondas de alma..., alma reconocible.
Mirando, tentando su brillo conforme,
su limitado brillo que mi mano somete,
creo,
creo, amor mío, realidad, mi destino,
alma olorosa, espíritu que se realiza,
maravilloso misterio que lentamente se teje,
hasta hacerse ya como un cuerpo,
comunicación que bajo mis ojos miro formarse,
organizarse,
y conformemente brillar,
trasminar ,
trascender,
en su dibujo bellísimo,
en su sola verdad de cuerpo advenido;
oh dulce realidad que yo aprieto, con mi mano, que por
una manifestada suavidad se desliza.
Así, amada mía,
cuando desnuda te rozo,
cuando muy lento, despacísimo, regaladamente te toco.
en la maravillosa noche de nuestro amor.
Con luz, para mirarte.
Con bella luz porque es para ti.
Para engolfarme en mi dicha.
Para olerte, adorarte,
para, ceñida, trastornarme con tu emanación.
Para amasarte con estos brazos que sin cansancio se
ahorman.
Para sentir contra mi pecho todos los brillos,
contagiándome de ti,
que, alma, como una niña sonríes
cuando te digo: « Alma mía... »

Vicente Aleixandre.